La conducta como "target" terapéutico del Médico Estético

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Más allá de mejorar un aspecto de su apariencia personal quien solicita nuestros servicios deseafundamentalmente proyectar una imagen más grata ante aquellos con quienes interactúa. Pero impactar gratamente los sentidos del observador va mucho más allá de lo que puede llamarse “el acabado”, la pura estética. En sentido profundo la belleza implica vitalidad, plenitud, equilibrio. En el plano celular esa vitalidad significa sobre todo homeostasis, “capacidad para mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior”. Dicha plenitud implica solvencia funcional acorde con la programación genética de la célula de acuerdo a su tipo, y asimismo sostenimiento de un intercambio químico eficaz con el exterior a través de la sangre. Para mantener ese equilibrio es esencial que el suministro de insumos y la remoción de desechos hacia y desde esas células ocurran a cabalidad. Ello supone que el tejido cuente con buena circulación general y capilar, además de buena nutrición. En el jóven normal esas condiciones se cumplen sin mayor esfuerzo, e incluso las deficiencias en la ingesta se compensan por una vigorosa capacidad biosintética. Envejecer, en cambio, entraña perder capacidades para mantener la función. Cuando envejecemos absorbemos menos los alimentos que ingerimos y sumado a ello, la capilaridad de nuestros tejidos se hace menos profusa[1] afectando así el intercambio nutricional  y homeostático con las células.

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La piel es el órgano que con mayor frecuencia a los médicos estéticos nos corresponde manipular para mejorar diversos aspectos de su apariencia. Al manipularla inevitablemente causamos en ella algúna dosis de stress. Cabe entonces preguntarse: ¿es posible hacer algo significativo para mejorar la microcirculación de esa piel sobre la que solemos intervenir? ¿Es la circulación cutánea suceptible de ser entrenada al igual que lo es la del músculo? La respuesta es definitivamente sí. Y no simplemente con estimulación cutánea mediante calor o masajes desde el exterior.

En efecto, diversas investigaciones con animales de experimentación y también con humanos así lo han venido confirmando. El tema fué revisado en 2017 en una exhaustiva revisión meta-analítica[2] publicada por un grupo de investigadores australianos coordinado por el Dr. Sean M. Lanting de la Facultad de Ciencias de la Salud de Newcastle (New South Wales). Dicha revisión encuentra un beneficio claro del entrenamiento con ejercicios para mejorar la reactividad microvascular cutánea en adultos mayores y previamente inactivos. Afirman así que “el ejercicio físico puede proporcionar una opción rentable para mejorar la reactividad microvascular cutánea en adultos” sugiriendo que el mismo puede ser beneficioso para aquellos con enfermedades cardiovasculares y trastornos metabólicos como la diabetes. Tales efectos beneficiosos se han reportado con 4-8 semanas de entrenamiento con una hora de ejercicio diario tanto en animales de experimentación como en adultos humanos.[3][4]

En el ámbito nutricional recordemos que, como todo órgano, la piel depende ante todo de la circulación sanguínea capilar (la microcirculación) como fuente de intercambio. Del aporte capilar obtiene la piel sus insumos esenciales: oxígeno para la respiración mitocondrial, glucosa y otros combustibles que al ser oxidados generan la energía requerida para el funcionamiento celular, aminoácidos para la construcción de proteínas de diverso tipo (enzimas, anticuerpos etc.), componentes lipídicos para la conformación de membranas, vitaminas y minerales necesarios como cofactores en los procesos químicos que ocurren dentro y fuera de la célula.

Que el sistema digestivo digiere y absorbe los alimentos con menos eficacia a medida que envejecemos está implícito en el conocimiento popular, pero además ha sido profusamente documentado durante décadas.[5] Típicamente las vellosidades intestinales degeneran y se aplanan progresivamente a partir de los 40 años. Desde el esófago hasta el cólon toda la función digestiva se trastorna con la edad, incluyendo las funciones auxiliares del pancreas exocrino y el sistema biliar. Todo ello conlleva a que la absorción de nutrientes a partir de los alimentos sea menos eficaz. De allí la importancia de mejorar la calidad nutricional del alimento que ingerimos a medida en que nuestra edad avanza.

De toda la revisión anterior no podemos sino concluir que, para compensar los efectos del envejecimiento, tanto el entrenamiento físico como el re- entrenamiento de los hábitos alimentarios tienen importancia fundamental en toda acción terapéutica que busque el restablecimiento de la buena apariencia. Y ésta es una realidad que el médico estético no puede soslayar en su relación con el paciente de edad mediana o madura.

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REFERENCIAS:

1. Li, Li, et al. "Age-related changes in skin topography and microcirculation." Archives of dermatological research 297.9 (2006): 412-416.

2. Atkinson, C., et al. "Systemic adaptations to exercise training in skin microcirculation in humans." Journal of Science and Medicine in Sport 16 (2013): e29.

3. Heylen, E., et al. "Effect of exercise training on cutaneous microcirculation in rats." Journal of Sports Medicine and Physical Fitness 48.2 (2008): 246.

4. Lanting, Sean M., et al. "The effect of exercise training on cutaneous microvascular reactivity: a systematic review and meta-analysis." Journal of science and medicine in sport 20.2 (2017): 170-177.

5. Soenen, Stijn, et al. "The ageing gastrointestinal tract." Current Opinion in Clinical Nutrition & Metabolic Care 19.1 (2016): 12-18.

© Copyright  Sochme , June 2019

by N Iván Contreras

Felipe Moreno